La ciudad de Dios

Tenia mucho tiempo sin hablar con la voz en mi cabeza, es un lugar oscuro, triste y desolado. He buscado por todos los medios no volver a escucharme. Pero me encuentro tan solo en este mundo. Hace 20 años que todo cambio para mi y para el mundo en general. Pase de tener todo, a tener absolutamente nada. El lugar donde fui feliz una vez, ya no era ese refugio de felicidad más. El pueblo se alzo contra la tiranía que nos gobernaba, juntos derrocamos a los grandes gobiernos y como si de un milagro se tratase esperamos lo mejor para nuestro futuro, pero todo fue en vano, el mundo se redujo a cenizas; Guerras, hambruna, un horizonte gris se postraba ante nosotros. Lo que antes eran ciudades y monumentos ahora eran vestigios de lo que una vez fue. La anarquía gobernaba en las calles y la gente con más dinero solo se encargo de propagar aun más el odio, de un dia a otro, la luz dejo de salir para nosotros, ya no volvi a sentir la calidez del sol.

En todo este tiempo he estado huyendo de las calles donde duermo, viviendo como un nómada, robando y tratando de ayudar. Mi familia, murió porque los hospitales colapsados no dejaban entrar a más personas, sin recursos y ni una gota de esperanza en la ciudad, las personas buenas comenzaron a morir. Donde antes jugaban los niños ahora solo había rastros de sangre y un humo gris.

Divagué por muchas zonas intentando dar esperanza, vi lo peor, tuve que manchar mis manos de sangre en ocasiones para sobrevivir y en otras para formar respeto.

Siempre vestía con botas largas y unos jeans que poco a poco perdían su tinte oscuro, mi camisa y chaqueta estaban impregnadas de polvo. Cada mancha de sangre que tenía en mi tenía una historia, algo que contar, pero me volví tan frio como para hablarlo con alguien más.

No reconozco mi ciudad, ni mi país, ya no sé si solo doy vueltas en círculo o si estoy aún más lejos de donde empecé, pero nunca se ve igual ningún lugar. Todo está tan oscuro, y la poca luz que llega es la de los helicópteros que nos espían para mantenernos en terror.

Llevo conmigo siempre una radio vieja donde solo escucho malas noticias. Han bombardeado distintas zonas para tomar control de ellas. Mataron a un señor que solo defendía a su perro enfermo.

Me encontraba recorriendo una zona que se me hacía familiar, quizás era esa esencia fantasmal lo que me hacía sentir familiarizado con el lugar. Levantando los escombros pude ver la insignia de lo que era mi antiguo colegio, entre para examinar el lugar. Había gente durmiendo, enfermeras forjadas con la experiencia y no con un título ayudaban a los más necesitados. Algunos me veían suplicando que los matase y otros simplemente tenían su mirada tan caída que no podían elevarla para notar mi presencia.

Subiendo las escaleras, escucho una voz.

—Damián— Dijo mientras sonreía.

Al voltear pude notar que era una antigua amiga, Alice Beckham, una chica que había conocido en mi adolescencia la última vez que la vi mis ojos solo eran los de un niño inmaduro, ahora eran las de un hombre que había asesinado y visto morir, quizás antes estaba lleno de pecados, pero ahora se notaba aún más en mí.

—Me alegra que estés vivo— Proclamo mientras me abrazaba fuertemente

Sonreí un poco, entre tanta mierda encontrar un rostro familiar fue lo mejor que me pudo pasar. Me senté y ella trajo a mí un café que estaba hecho con agua sucia y que aseguraba habían filtrado cientos de veces. Había comido y bebido peores cosas asi que no titubee para beberlo.

—Han pasado muchas cosas, mi familia, mi esposo murieron intentando defender nuestro hogar. Corrí y corrí mientras lloraba y este grupo me acogió y me enseño cosas para ayudar a otros, desde entonces son mi novia familia. Es increíble que nuestro reencuentro se de asi, en estas extrañas circunstancias— Suspiro Alice, mientras terminaba de hablar

En ese momento me di cuenta de todas las cosas que había pasado antes de la tragedia y de lo feliz que pude haber sido de haberlos disfrutado más.

Mientras ella hablaba mis ojos se fueron cerrando, me sentía cansado, tenía tiempo sin sentirme a salvo. Mi vista se tornó negra y la imagen se fue desvaneciendo. Sin previo aviso mis pensamientos me jugaron una mala jugada, comencé a recordar todas las atrocidades que había vivido, sentí unas manos en mi pecho. Desenfunde mi arma y apunte a la cabeza a Alice.

—¿Estás bien? Dijo preocupada y acelerada

Le pedí perdón, tenía tiempo sin dormir bien. Guardé mi arma y fui a unas escaleras, todos yacían dormidos en los pisos. Ella se acercó a mí y me abrazo mientras comencé a llorar. Le dije que me debía ir, me explico que era tarde que habían alarmas y perros custodiando la zona.

—Duerme pequeña personita, acá estarás a salvo— Decía mientras acariciaba mi pelo.

Luego de un rato me calme, le pregunte si había un baño y me dijo que subiera y que tuviese cuidado de no despertar a los perros. Subí lentamente y las gotas cayeron en mi rostro, mientras me ahogaba en recuerdos, empecé a recordar cuando tuve que matar a mi fiel acompañante, Dante, un perro que adopte e iba conmigo a todos lados, unos bastardos le hicieron comer una pastilla y lo envenenaron me dijeron que tardaría unos 5 días en morir y que solo estaba agonizando, así que lo lleve a un viejo lago y lo ahogue, sus ladridos los escucho cada vez que llueve.

Alice subió para darme un poco de jabón, me tape apenas vi su silueta.

—Después de tanto sientes vergüenza a un de mi— Dijo haciendo una mueca

Me pidió que me volteara, para ayudarme, enjabono mi espalda, y delicadamente fue viendo cada herida que me había hecho, cada cicatriz mal saturada. Sus dedos comenzaron a tocarme más lento y ella sintió todo el dolor por el que había pasado, aunque fuese el mismo, a mí me hizo otra persona, termino de ayudarme y me dio una toalla.

—¿Puedes esperarme mientras yo me baño? — Me pregunto

Asentí con la cabeza y me vestí, una cortina nos separaba, se desnudó y pude ver una leve sombra que se reflejaba por un destello de luna milagrosa que había aparecido, tenía tiempo sin verla desnuda, a la luna y a ella, tan radiantes. Puse una emisora que ponía música a esa hora, siempre buscaba el lugar más alto para contemplar la metrópolis mientras escuchaba a Batch o Vivaldi, pero esa noche, esa noche la emisora de radio reprodujo una hermosa melodía en piano de Vangelis.

Sin darme cuenta Alice salió sonriendo y helada, se puso una bata que se había hecho con una tela que encontró tirada, sus senos se marcaban.

—¿Dormirás ahora, Damián? — Pregunto con indiferencia mientras arreglaba aquel pobre baño.

Le dije que estaba cansado, pero no quería dormir, que debía irme, le explique cómo saldría sin activar las alarmas, por más que quisiera estar quieto lo mío era estar en problemas y que eso no cambiaría nunca. Bese levemente su mejilla.

—Bésame—  Susurro mientras tomaba mi mano.

Me acerque a ella lentamente, como las notas de Vangelis que nos decoraban aquel lúgubre lugar, al besarla nuestros labios se unieron más y más, comenzó a llover y la luz clara se convirtió en una azul tenue, me acostó en una colchoneta que había en el lugar y a contra luz comenzó a quitarse su bata, lentamente, con sutileza y delicadeza. Me quitó la ropa y comenzó a besar las heridas de cuerpo, bajo lentamente y desabrocho sin mucha dificultad mi pantalón, sus labios se movían en una sintonía perfecta con la lluvia y el piano, su mano acariciaba mis genitales, como si no hubiese olvidado nuestro último encuentro, su cabeza iba de arriba a   abajo, me miraba mientras me hacía estallar de placer, jugaba conmigo a su antojo y solo podía disfrutarlo. Subió para besarme, y al hacerlo, sentía sus senos recorrer mi pecho. Me beso con lujuria y frenesí, tapo mi boca para no hacer ruido y mientras su mano estaba en mi boca su otra mano acomodaba su posición para que entrara en ella. Gimió mientras nuestros cuerpos se hacían uno, y cuando ya por fin estábamos unidos cabalgo encima de mí, sus manos arañaban y me dejaban marcas a mi piel, nuestra boca esporádicamente se encontraba para gemir más cerca el uno del otro y saber que lo disfrutábamos, lamio mi cuello mientras me corría y al terminar bajo a limpiar con su boca. Sin dejar nada en mi saboreo con gusto cada gota de placer, dormimos desnudos, y por fin esa noche dormí en paz.

Al día siguiente desperté y me vestí rápido, me dijo que quería ir conmigo y le dije que todos los  que están conmigo solo sufren y que no era lo mejor, la radio cambia  bruscamente su emisión, para informar como un grupo de activista se hacía con el control de todas  las armas nucleares  y  como habían  sido lanzada hacía varias partes del  mundo, mire  horrorizado por la venta las luces que explotaban en los cielos. El mundo se congeló por  un  segundo,  la tome de  la mano  y la consolé mientras escuchaba como los gritos de los ancianos y niños se hacían más fuerte  y cómo al mismo tiempo  se estaba desvaneciendo para nosotros. Antes que  las lagrimas  de Alice tocaran el piso  todo  se torno blanco,  una vieja canción sonaba en la radio anunciando nuestro  final.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sin fotos

Ojitos de Gorrión

Vamos