Una calle llamada soledad
En una calle llamada Soledad, me perdí tantas veces por los callejones diurnos de la gigantesca jungla de la ciudad. Con sueños que me guiaban por el mar de personas rotas y adoloridas que pedían limosnas en la calle de la paz. Me caí tantas veces perdiendo el sentido de mi vida en hoteles llenos de suciedad, con sabanas llenas de llantos, sexo y miseria, que guardaban el aroma de una historia que no parecía tener final, y cuyas historias eran borradas cuando la billetera no daba para más.
En una calle llamada Soledad,
jugué tantas veces con el corazón esperanzado y con la esperanza de los demás. Allí
en aquella cancha destruida llena de fantasmas que jamás volverán. Aquella cancha
que parecía interminable y que se sentía con mucha más felicidad. Aquellos bancos
rotos donde mis amores me veían jugar, estaban oxidados y encerraban las voces
de un pasado que jamás volverá a pasar.
En una calle llamada Soledad,
pagaba por amor y por placeres que nadie podía llenar, la cera estaba roja de crímenes
que pasaban ante nuestros ojos sin más. Un burdel frio y triste que me
acobijaba en cada tempestad, ese solitario burdel vacío que se sentía lleno una
hora nada más, con recepcionistas que guardaban historias de amor e
infidelidad.
En una calle llamada Soledad,
había un bar que tanto me gustaba, está siempre abierto, como un museo de lo mórbido
donde las pinturas cobran vida, vomitando mentiras creadas por artistas
incomprendidos, donde las estatuas bailaban al son de un radio viejo que a
duras penas servía.
En una calle llamada Soledad, se encontraba la basura de residentes infelices por su perfecta vida, y los felices cada tarde comían el pan sucio y mordido que la infelicidad les traía como en un gran restaurant
.
En una calle llamada Soledad,
una joven madre da a su hijo de comer sin saber que hacer, sola en la
oscuridad, rodeada de luces que parecen ángeles, pero no son más que el destello
de demonios que viven diurnamente para complacer sus caprichos enlatadas en membresías
que no son un paraíso, sino la entrada al infierno. Llenando aquel puesto del
bus de lagrimas que se mezclan con otras lagrimas y que se terminan perdiendo
en cada estación que da
En una calle llamada
Soledad, una pareja corren en dirección a la plaza de los sueños felices, llevados
por el amor y el miedo de ser alcanzados por los perros que ladran por la zona.
Allí los vi corriendo de la mano y al llegar el taxi ambos se separaron, ella
llevaba un clavel y él una rosa en la mano, luego de 2 meses y 5 años, la rosa
sigue en aquel puesto de taxis y aun no se ha marchitado, ha sido pisada, tomada
y la lluvia la ha bañado, sigue intacta desde aquel día, pero no puedo decir lo
mismo del amor de aquellos muchachos.
En una calle llamada Soledad, esperaba cada mañana el diario de las once, para leer las noticias amargas endulzadas por el sabor de un café que extrañamente cambia cada día, a pesar de ser preparado por la misma rutina.
En una calle llamada Solead, Había teatro abandonado lleno de dibujos
de políticos que nunca hicieron nada más que robar y que hipócritamente culpaban al ciudadano de ser el parasito de la ciudad.
En una calle llamada Soledad,
aun están mis esperanzas de volver a ser feliz, una ciudad metafísica que construí
con recuerdos que nunca volverán, con estragos amargos de felicidad, con músicos
que murieron y sus notas siguen retumbando en aquella calle llamada Soledad. En
esa cera, a esta misma hora donde jure eterno amor, iluminado los ángeles de neón,
aquel mar gigante de luces, en aquella pequeña terraza, en una pequeña plaza,
en una pequeña fracción de segundo, con una pequeña persona. Ahí, donde aun te
veo frente esa iglesia, con esos besos que antes de nacer murieron por nuestra
desdicha. Quién iba a pensar que nuestra calle, iba a ser de alguien más.
Créditos a quien corresponda
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