Carta


~Mila Usea

 Alice despertó en la madrugada, tenía una resaca terrible; a pesar de su embarazo, con una gestación de 6 meses, había pasado los últimos 3 días ebria con un whisky barato que ocultaba bajo su cama. 

‘’Bebí demasiado, perdóname bebé, perdón Albert… ’’-murmuraba entre dientes. 

Miró detenidamente a su esposo Albert, mientras éste dormía plácidamente. Él era un buen hombre, casi nunca estaba en casa ya que tenía un trabajo bastante extenuante, ahora que tendría un bebé se esmeraba en mejorar su rendimiento y obtener un aumento de sueldo, a pesar de su notable ausencia daba lo mejor de sí para ser un buen esposo, él amaba a Alice; la conoció en su adolescencia y la amó en cuánto la vio, aunque ella fuese brusca en un principio y le rechazara en numerosas ocasiones, hoy en día llevaban más de 4 años casados y ahora tendrían un hijo.

Ella lo observaba y sollozaba, se sentía un monstruo porque no le quería, nunca lo hizo. Salió de su habitación, ascendió por sus viejas escaleras y se dirigió al desván con su botella de whisky en mano, ya no soportaba más, iba a hacerlo, tomó su pequeño revólver y lo situó en su regazo, ya era hora de exteriorizar sus terribles anhelos con él hombre que deseaba. Cogió un bolígrafo y varias hojas blancas, tomó una bocanada de aire y comenzó a escribir: 

‘’Espero que estés bien, todas las noches rezo a Dios para que así sea. Han pasado 5 años desde la última vez que nos vimos, estar sin ti todo éste tiempo me ha hecho infeliz. Me he casado poco después de tu partida a España, con un hombre modesto y retraído que me demuestra su amor todos los días, me he casado con alguien que es todo lo contrario a ti. Y precisamente allí está el problema, no eres tú quien reposa a mi lado en las noches y fusiona sus manos con mis cálidos muslos, no eres tú quien me besa al despertar, ni a quien le preparo el desayuno, no son tus trajes costosos los que plancho, ni tus perfumadas corbatas las que doblo delicadamente, no son tus lacios cabellos los que reposan en mi mejilla en noches tristes como ésta. He engendrado una criatura, que crece cada día más en mi vientre, pero el padre no eres tú, y muero cada vez que recuerdo eso. Ésta no es la vida que deseé en mi juventud, cuando los días transcurrían lentamente a tu lado y hablábamos de nuestro futuro, como si tuviésemos la más remota idea de lo que significaba eso, de lo que era nuestra vida… Me siento miserable al saber que ya te casaste, Emmanuel. Lloré tanto cuando lo supe, sé que ya nos olvidaste y yo aún te espero cada domingo en nuestra banca favorita de la plaza. Sé que he de vivir desdichada por mis años restantes gracias a tu tortuosa ausencia, por eso he escrito ésta carta, porque quiero acabar con ello, con mi tormento. Sé que mi esposo llorará, así como lloraría si supiera que no le quiero, pero poco me importa. No tengo razón de existir, mi razón ya no eres tú. Me destrozaste el corazón y la vida. Siempre tuya. Alice’’ Ya había terminado, aún quedaba mucho dentro de ella misma, cosas que serían muy inquietantes para quien las leyese.

 Cerró los ojos y recordó a su viejo amor y sus bonitos anteojos y mirada grisácea y sus insultos, y sus burlas, y sus desprecios, y su ruptura, recordó su odio sólido. Buscó un encendedor y procedió a prenderle fuego a aquella serie de hojas, llenas de lágrimas y con tinta regada, haciendo de sus emociones un maravilloso desastre. ‘’Gracias por quebrarme con tu recuerdo una vez más, por poco olvido que ya no te amo’’-recitó mientras las llamas consumían el papel. El revólver se paseaba por sus manos seductoramente, ya sabía lo que tenía que hacer. Se apuntó en la sien derecha y no lo pensó más, lo último que corrió por sus venas fue su inmenso perdón hacia Dios. Cayó como una pluma en el piso de madera chirriante, y las cenizas del papel lograron mezclarse con su sangre, creando un color extraño con un aroma tolerable. Más allá de un cruento escenario donde se presenciaba la muerte de 2 seres vivos, allí reinaba la paz y el adiós eterno al tormento que carcomía viva a una amante ingenua. Todo un poema para la muerte.


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